Hace unos días, el public editor o ombudsman del New York Times Clark Hoyt respondía a las quejas de que el Times nunca se atrevió a llamar mentiroso al ex procurador general Alberto Gonzales, a pesar de que estaba clarísimo que había mentido en sus testimonios ante el Congreso.
El caso de Gonzales no es una excepción. Es más bien la regla, y no sólo para el Times, sino para la mayor parte de la prensa estadounidense.
Esta mañana, el Times sale con una primicia bomba: tres meses después de haber declarado a la tortura una aberración en Diciembre 2004, el Departamento de Justicia emitió un documento secreto que daba autorización explícita para someter a "sospechosos de terrorismo a una combinación de dolorosas tácticas sicológicas y físicas", que incluía golpes en la cabeza, ahogo simulado y temperaturas extremadamente frías.
¿Y cómo llama el Times a estas tácticas?
En el titular: "Severe Interrogations", interrogatorios severos.
En el cuerpo de la nota, nunca pasa de "tácticas fuertes" o eufemismos similares. Esto, a pesar de que describe las torturas utilizadas.
En su opinión sobre llamar mentiroso a Gonzales, Hoyt dijo que el Times hacía bien en dejar que otros dijeran la palabra mágica y que los lectores juzgaran por sí mismos. Para mí, es una gran equivocación y el ejemplo de hoy demuestra porqué: notas como la de hoy permiten que muchos estadounidenses sigan pensando que están metidos en una lucha del Bien contra el Mal en la que su bando no se puede equivocar.
La prensa estadounidense está faltando a su deber de señalar al emperador desnudo, digo yo.
La tortura no es sólo un interrogatorio severo, y las desapariciones de sospechosos -como el religioso musulmán secuestrado en la calle en Italia- no son una "extraordinary rendition", entrega extraordinaria. La evidencia señala que este gobierno tortura y desaparece gente. Y eso hay que decirlo.
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