Cae (y cae y cae) la larga tarde de verano sobre Ciudad Gótica.
Al otro lado del río Hudson, en la redacción del Wall Street Journal en Jersey City, almas agotadas por tres meses de estrés tiemblan ante el rostro arrugado, cuasi cadavérico, del destino.
[Notarán que ya lo dibujaron más lindo de lo que es... El ilustrador no nació ayer, obviously.]
Esta mañana, el WSJ despertó al mundo con la noticia de su propio cambio de manos: el tan mentado trato está muy cerca de concretarse para que Rupert Murdoch [aullidos] se quede con el diario conservador más influyente del mundo.
Cae el sol. Caen los ánimos de los periodistas que se opusieron al traspaso por la historia de meterete de Murdoch en otros venerables diarios que compró (como el Times de Londres). En algún lugar no lejos de allí, la junta directiva de Dow Jones está reunida esta tardecita, considerando la aprobación final del negocio.
¿Habrá ahora un éxodo de periodistas horrorizados hacia las filas del New York Times y otras empresas aún respetables? (Algo así pasó hace poco cuando el Los Angeles Times echó al admirado jefe de redacción Dean Baquet).
Para aquellos que se oponen a la venta de tan respetable institución periodística, todavía quedan (mínimas) esperanzas. Aunque los ejecutivos de Dow Jones aprobaron el traspaso todavía resta convencer a los numerosos miembros de la familia Bancroft que tienen voz y voto. Pero los que saben ya dan al negocio como hecho.
Ahora sólo queda concentrarse en el otro pase complicado de este agitado verano boreal.
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